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Se jubila el Viejo de la Gasolinera  que siempre dice "¡No vayáis por ese camino!" 

" Sí, sí. Estoy muy quemado. Llevo haciendo esto… ¿cuarenta años? Chispa arriba, chispa abajo "

C.Diaz

A tomar por culo del núcleo urbano más cercano y en medio de la carretera secundaria más polvorienta e infestada de escorpiones del planeta, se encuentra la gasolinera del legendario Viejo de la Gasolinera que siempre dice ‘¡No vayáis por ese camino!’. El Viejo de la Gasolinera que siempre dice ‘¡No vayáis por ese camino!’ nos mira con dureza mientras nos acomodamos encima de una pila de neumáticos reventados. “Os ofrecería el asiento trasero de un Ford Escort que tengo dentro de la tienda, pero lo utilizo para dormir”, comenta. “Y, bueno, huele un poco a orina”. Esto último nos lo dice con una sonrisa burlona en los labios,  por lo que inferimos que nos ha  catalogado mentalmente como ‘señoritos de ciudad’. El Viejo de la Gasolinera que siempre dice ‘¡No vayáis por ese camino!’ prefiere quedarse de pie, acodado en el dispensador de gasoil. Lleva un mono de mecánico comido de mierda y pega pequeños sorbos a una botella de bourbon cuyo aroma podría reanimar a un oso con un disparo en la cabeza. Son solo las nueve y media de la mañana.

 

-¿Sabe? Nos lo imaginábamos exactamente así.

¿Cuál es tu problema, cabronazo? ¿Te gusto?

 

-Viejo de la Gasolinera que siempre dice ‘¡No vayáis por ese camino!’… ¿Prefiere que le llamemos de otro modo?

Si el caballero gusta, puede llamarme Duque de Pollagorda, no te jode… ¿Por qué hablas en plural si has venido tú solo?

 

-Nos han contado que se quiere jubilar este año.

Sí, sí. Estoy muy quemado. Llevo haciendo esto… ¿cuarenta años? Chispa arriba, chispa abajo. Y, bueno, te podrás imaginar que no es el trabajo más satisfactorio del mundo. Cuarenta años avisando a excursionistas imbéciles de que sería mejor que no fueran por ese camino… y para qué, si ninguno me ha hecho ni puto caso nunca. ¡Desgraciados! (En ese momento el Viejo escupe un lapo marrón verdoso a escasos centímetros de nuestros zapatos).

 

-En cuarenta años, alguien habrá seguido su consejo.

Nunca. No, miento; una vez. Hace años unos universitarios me hicieron caso y no fueron por ese camino. Que maldita la hora, por cierto, porque cogieron otra desviación y se metieron en un camino de cabras. Les costó dios y ayuda sacar el coche de aquel barrizal, y después volvieron a la gasolinera y me pusieron a parir. Pero, bueno, lo importante es que no fueron por ese camino y ahora siguen vivos. Vamos, digo yo. Que a lo mejor se han muerto ya.

 

-¿Cómo se le ocurrió instalar su gasolinera a solo dos kilómetros del infame Campamento Sangriento?

Para ser periodista, te informas con el culo. Es que no fue así; yo puse la gasolinera y dos meses después vino ese tipo, Alistair Sangriento, que tenía allí un terrenito, e inauguró el campamento.  Un menda raro, el Alistair… Se rumoreaba que tenía tratos con el diablo. Algunos decían que había comprado el terreno para oficiar misas negras sin que le molestaran. Que no sé cómo podía oficiar misas negras, si era tartamudo. ¿Te imaginas a un tartamudo invocando a Satanás? “Oh, S-s-se-señor de las ti-n-tin-ti-tineb-b-b-b…”. Seguro que Satanás se ponía de los nervios. “¿Quieres terminar de una puta vez la invocación, tartaja de los cojones?”. No sé. Parece ser que levantó el campamento para rentabilizar la inversión, porque, por lo visto, las prácticas ocultistas no dejan un puñetero duro. Pero, vamos, que la verdad del asunto se la llevó con él a la tumba. Murió en extrañas circunstancias, ¿sabes?

 

-Vaya. ¿El caso sigue abierto?

Qué caso ni qué coño. Extrañas Circunstancias en el nombre de un bar de carretera que está a unos cinco kilómetros de aquí. Muere mucha gente allí. A Alistair le pegaron una puñalada y se quedó en el sitio.

 

-¿Sabe si se siguen oficiando misas negras?

Oh, sí, desde luego. Ahora no lo esconden tanto, porque ya no les da vergüenza reconocerlo… La libertad de culto está bien vista. Hay misas negras los lunes, los miércoles y los viernes. Los martes y los jueves tiene reservado el sitio un grupo de evangelistas para hacer convivencias o no sé qué coño.

 

-Dicen que ya no muerte tanta gente en el campamento.

Bueno, de vez en cuando cae alguno. Bubba y Zeke… Habrás oído hablar de Bubba y Zeke. Eran dos paletos que vivían en una choza en lo profundo del bosque, no muy lejos del campamento. Parece ser que una noche, unos demonios que Alistair había liberado poseyeron sus cuerpos y se dedicaron a degollar a todo bicho viviente. Encima eran inmortales, los hijos de puta. Bueno, inmortales-inmortales, no. De vez en cuando, alguien lograba acabar con ellos y hundía sus cadáveres en el lago. Pero los cabrones resucitaban y montaban la de Dios es Cristo. Que digo yo, cómo no se le ocurrió a nadie incinerarlos. Nada, al fondo del lago, ahí, a que les dé tiempo a recuperarse. En fin, ¿qué te estaba yo contando? Bubba y Zeke, sí. El caso es que llevan un tiempo sin resucitar, porque, no sé, porque estarán preparando la campaña de Navidad, y las muertes han descendido, claro. De vez en cuando la espicha alguien, sí, pero porque a lo mejor se come una baya y no sabe que es alérgico, o algo así. No se puede echar la culpa de todas las muertes a las maldiciones demoníacas.

 

-Una última pregunta. ¿Nos puede mirar el aceite?

Sí, hombre, cómo no. ¿Sabes cómo volver a la autopista? Desde aquí tiene varios accesos, puedes coger el que quieras… Pero, por amor de Dios… ¡No vayas por ese camino!

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